viernes, 6 de noviembre de 2009

Comentario al libro "El arte de la vida", del sociólogo polaco Z. Bauman


1 ) Una exigencia natural. "Todos quieren vivir feliz, pero tienen el ojo confundido cuando se debe disernir lo que hace que la vida sea feliz. Lograr una vida feliz es una empresa difícil hasta el punto tal que cada uno, apenas erra el camino, se aleja siempre más de la meta, en la medida en la cual camina más de priza". Esta frase, que pertenece al filósofo Séneca es la frase que Zigmunt Bauman, uno de los sociólogos más importantes de nuestro tiempo, coloca como epígrafe de su nuevo libro que aquí, en pocas líneas queremos presentar y comentar. Bauman se propone ayudar al hombre contemporaneo a "disernir lo que hace feliz la vida". Disernir=del latín "cernere", o sea, examinar atentamente, críticamente, distinguir. El arte de la vida es la capacidad de comprender y elaborar una identidad, comprender "quien" debemos ser para no perder o desdibujar nuestra vida.

2) Identidad moderna ¿Cómo hacer, o qué hacer para vivir feliz en una "sociedad líquida", es decir, que cambia forma día por día, que rechaza relaciones estables, que nos plasma con la lógica del "usa y tira", que vive ritmos frenéticos, que apuesta únicamente a la dimensión cuantitativa dejando en la sombra la dimensión cualitativa? No es difícil constatar que el hombre de hoy considera la felicidad como algo imposible, y al puesto de la felicidad, pone la compra y el uso de productos de los cuales se espera la felicidad। Se adquieren productos para ser socialmente reconocido, aceptado en un "nosotros" que tiene un cierto status que ostentar। El mensaje que llega de la sociedad de consumo es claro: "la vía que lleva a la felicidad pasa por los grandes centros comerciales, por los locales de marca"।

*La publicidad y los modelos televisivos imponen un cuerpo joven y la necesidad de rejuvenecer y cambiar de vida। Todo esto hace que cuando un producto no da tales resultados, lo cambiamos inmediatamente। Son "relaciones efímeras" que se extienden, poco a poco, a los estratos más íntimos y sagrados del hombre, como el amor o el afecto, la amistad, el matrimonio, la vida en pareja। Si el "otro" no me satisface en un tiempo breve, entonces, lo dejo de lado y apunto las expectativas sobre otro. Y si mi "yo" no me satisface, entonces, trato de adquirir un "yo" más atractivo, descartanto el "yo viejo", como si fuera un vestido que por gastado, no sirve más. "Escapar del propio yo y adquirir otro por sugerencias de la publicidad".
Es la vida de "shopping", que trae siempre un sentido de precariedad, porque no logra armonía alguna entre el pasado y el futuro y nos desquicia en un presente sin raiz y sin proyecto, impuesto y guiado por la lógica del mercado. Poco a poco el producto adquirido (el nuevo "yo") pierde status, y se hace imprescindible cambiarlo. En esta óptica, la libertad no se compromete con nada, no respeta nada que no sean sus caprichos y sus intereses, todos centrados en el yo, a detrimento del otro.

3) Ser artistas de la propia vida. Bauman sugiere que el arte de la vida no está en el vivir únicamente para sí mismo, o en dedicar los pocos minutos libres que nos quedan a los otros, ahorrandose sacrificios, renuncias, porque todo está en función de Narciso. El único esfuerzo que acepta el Narciso post-moderno, es el de mantener la mirada fija en sí mismo y en el shopping. Para Bauman, el arte de la vida no está en negar el yo sino en cualificarlo, ennoblecerlo, dando más espacio al otro, a la responsabilidad, al ejercicio de "hacerse cargo". Para vivir sin perder el rostro umano, hay que vivir, como lo hace el artista, es decir, poniéndose continuamente difíciles desafíos.

4) Anorexia y bulimia. Bauman dedica un excursus a tales temas. Son formas de protesta contra una identidad líquida y la sociedad que hemos creado. En la anorexia se cierran las puertas al mundo, se niega la exterioridad porque no se acepta. En la bulimia, en cambio, se combate contra el mundo usando sus propias armas. En toda esta carniceria invidual y social, es el cuerpo la mercadería más consumida en la sociedad del consumo. Tales problemáticas son manifestaciones de la angustia del hombre contemporáneo. La angustia frente al futuro que viven las nuevas generaciones se expresa también a través de tatuajes, insisiones y laceraciones en el cuerpo. La piel es un mapa en el cual hoy se lee el "malestar en la cultura" que toca ya estadios profundos. Se cambia el propio cuerpo porque no se puede cambiar el mundo circunstante. Esta protesta marca los límites de la palabra y el pensamiento. No pueden cambiar el mundo. Es el resultado del Big Brother, el "Gran Hermano", lugar (carnicería) en el cual todas las semanas, se debe eliminar un participante o concurrente. Nuestra sociedad promueve los mecanismos de exclusión, dice Bauman, generando - agregamos - una mentalidad darwiniana.

5) Felicidad. El arte de la vida está en la atención y la disponibilidad nuestra a la voz del otro. La moral que hoy puede darnos una via hacia la felicidad, es aquella en la cual el yo, sin dejar de poner atención en sí mismo, da espacio, lugar al otro, acogiendo y promoviendo su diferencia. En el mundo de hoy se contraponen dos lógicas. Una es la de Nietzsche, el filósofo alemán, para quien, "es bueno todo lo que eleva el sentido de la potencia" mientras es "más dañoso o perjudicial que cualquier vicio, el comportarse piadosamente respecto a las personas más débiles". Tienen que quedar en pie sólo los fuertes, los perfectos, mientras tienen que perecer los debiluchos, los que no tienen la capacidad suficiente, los mal-formados. Aquí el "egoismo es sacrosanto". El otro modelo es el de E. Lévinas, uno de los más grandes pensadores del siglo pasado. El grado de felicidad depende de una opción: "ser para los otros". Si no nos movemos en esa lógica, es decir, en la lógica de la responsabilidad, estamos continuamente dando posibilidades al protagonismo del mal. Confianza en sí mismo, estima del otro, amistad y relaciones honestas, son el camino más sobrio y sólido, hacia una vida feliz. Ciertamente que piedras habrá en el sendero, pero el desafio consiste, para no perder el rostro humano, en no dejarce vencer por la fatiga, en no traicionar lo único que nos hace humanos, es decir, la fidelidad. Quien se lanza por las vias del shopping, encontrará muchas cosas pero no "el arte de la vida", sucumbiendo, además, inevitablemente, en una identidad líquida. En otras palabras, será un flan, sin consistencia alguna. Quien, en cambio, camina por la via del servicio y de la amistad, aprende el arte de la vida: construirsi y dejarse construir.

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