sábado, 26 de septiembre de 2009

El amor: ¿Órgano adecuado del conocimiento de lo real?

Presentación

A) El título está en continuidad con las reflexiones que en nuestro Blog se refieren a la relación o vínculo entre la razón y el corazón. ¿Pienso, conclusión, soy? - como pretendía R. Descartes o, más bien hay que decir, ¿Amo, conclusión soy? No se trata, como quedó aclarado en el artículo mencionado, de exclusión de la razón, sino de asumirla e integrarla en una dimensión que la humaniza y le abre horizontes teóricos y existenciales nuevos. El asunto de fondo sería el primado de la Bondad, no contra o sin la Verdad, sino como la lógica profunda que la habita y la alimenta. Si hasta ahora el Occidente pensó a la luz de la verdad y el resultado ha sido y es un mundo fragmentado, depredado, empobrecido y siempre más narcisista, una pregunta se impone con urgencia: ¿Cambiaría el escenario si se pensase en el horizonte que abre la Bondad?

B) La pregunta que moviliza ahora nuestra reflexión, en línea con la anterior, nos pone frente a un árduo problema de tipo epistemológico: ¿está el saber a la base del amor, o, al contrario, es el amor la base del saber, del conocimiento?. Formulado en modo interrogativo, el tema, de tono antropológico-filosófico, tiene, sobre todo, la intención de inquietar al lector, sugerir una osada reflexión que interpele o ponga en crísis el modo tradicional de concebir las mediaciones cognitivas que nos dan acceso al conocimiento de la realidad. Se entiende, además que, en estas pocas líneas no hay ninguna pretensión de abarcar todo el campo que tal tema permite. Es más bien un "iniciar", un abrir el discurso a la problemática acerca de la comprensión y las alternativas de las mediaciones cognitivas que permiten el encuentro profundo y auténtico con lo real.

C) En nuestras reflexiones nos apoyaremos en autores de reconocida solvencia en el ámbito de la cultura occidental, como son, por ejemplo Emmanuel Mounier (1905+1950), fundador del personalismo francés; Gabriel Marcel (1889+1973) otro pensador francés de la corriente existencialista; Ludwing Binswanger (1881+1966) suizo, exponente relevante de la psiquiatría del siglo pasado, Pedro Laín Entralgo (1908+2001), médico y antropólogo español, discipulo de José Ortega y Gasset (1883+1955) citado en este artículo y también, particularmente del gran filósofo español Xavier Zubiri (1898+1983). En fin, una serie de autores y disciplinas que dan consistencia crítica y legitiman con cientificidad estas breves reflexiones.

D) Con el tema en cuestión pensamos contribuir en modo simple pero no por esto menos importante, a una propuesta de E. Mounier, el cual, en su libro "Cristianidad en la historia", auspiciaba que la filosofía ofreciera a la reflexión sobre el amor un esfuerzo tan considerable como el que dedicó a la reflexión sobre el conocimiento y también a la técnica

1) Evitar dualismos. R. Descartes, es el padre de la filosofía moderna y además quien está a la base de una antropología de carácter individualista, cerrada, que, al pasar del tiempo, ha adquirido rasgos despiadadamente narcisistico-liberalistas. Son los rasgos que han forjado el rostro de la cultura occidental, tanto de los individuos como de las instituciones. Tratando de encontrar un fundamento indudable, seguro, inamovible, con el cual garantizarse un criterio de certeza y así estar también cierto de sí mismo, Descartes proclamó el famoso Cogito ergo sum. Dió así espacio al Logos, que obviamente es importante, pero originó una antropología de tono dualista (la razón por un lado, el cuerpo y los sentimientos por otro) que desvalorizó el mundo de los afectos que hoy día sabemos son esenciales y no meros apéndices de la existencia humana. Como reacción ante tanta desmesura que mortificó dimensiones fundamentales hubo quienes se pusieron en la otra orilla. Bien lo dice un poema de Antonio Machado: "Ya hubo quien pensó/cogito ero non sum/¡Qué exageración!" (Cf. Poesías completas, Madrid, Espasa-Calpe, 1997, p. 28).


1.1) Integrando Pathos y Logos, sin desvalorizar pero tampoco sin entronizar a ninguno de ellos, el Amor permite dar lugar a una articulación madura, equilibrada y genera así una antropología unitaria, armónica, sin dicotomías o dualismos mortificantes que hacen del hombre prisionero de una Razón fría, puro cálculo, depredadora de lo real o, por el contrario, prisionero de un Eros sentimentalista romanticoide, flácido y débil frente a la aventura de la existencia. Dicho en otros términos, o un Espíritu pensante que nada tiene que ver con el mundo de la afectividad, o un Eros apasionado que nada o poco tiene que ver con la razón.

2) Vigor y Ternura. Desde la perspectiva de una antropología unitaria, armónica, en la cual el Logos no ejerce ningún tipo de dictadura, se da origen a un Vigor y a una Ternura que se complementan, alimentan y se relación en modo tal que el vigor se ternuriza (si se me permite tal expresión) y la ternura se vigoriza. Para una antropología de este tipo la lógica relacional se transforma. No comanda la logica despótica del Logos autoreferencial que todo quiere poseer y dominar, sino la lógica oblativa que de todo se ocupa pero no para mercantilizar y someter el mundo, sino para acoger y promover lo real en toda su diferencia, en todos los aspectos polifacéticos de la creación y hacer así más humana la existencia. No hay nada de anónimo y de poco valor para una antropología sustanciada o vertebrada en el Amor. Nada hay de anónimo e impersonal que pueda ser manipulado o sometido a caprichosos y mezquinos intereses.

3) Voces autorizadas. "El acto del amor, escribía Mounier en un librito que hizo época (El personalismo), es la certidumbre más fuerte del hombre, el cogito existencial indudable: amo, luego el ser es y la vida vale la pena de ser vivida" (p. 22). Otro grande pensador del siglo pasado, Maurice Blondel (1861+1948), el autor de La acción, identificaba el ser con el amor y consideraba el último como el órgano del conocimiento integral: "El ser es amor - decía Blondel -. No se conoce nada si no se ama". En esta línea se mueve la expresión de san Agustín, el cual con decisión afirmaba: "no se entra en la verdad sino por la caridad". Viene a la mente también el genial pensador B. Pascal. Para él, los primeros axiomas del pensamiento son intuidos por el corazón y es éste que pone las premisas de todo posible conocimiento de la realidad. Por supuesto, y esto conviene aclararlo para no caer en discursos baratos como los que se escuchan sobre todo en televisión y en las acalambradas telenovelas que circulan raquitizando cerebros y corazones, que el corazón del cual habla Pascal nada tiene que ver con sentimentalismos acalambrados. Se trata de todo lo contrario, como subrayó uno de los más grandes pensadores españoles de todos los tiempos, es decir, X. Zubiri. Escribe este autor: "El concepto, tan vago, es verdad, y por tanto tan mal comprendido y mal usado de 'corazón' no significa el ciego sentimiento por oposición a la pura razón cartesiana, sino el conocimiento constitutivo del ser cotidiano y radical del hombre" (X. Zubiri, Naturaleza, Historia, Dios, p. 172). Por último, recordamos también a Ortega y Gasset, para el cual es el amor el órgano que nos permite pasar de la impresión de realidad a la convicción de realidad. ´

3.1) Respecto al otro. El amor, como órgano adecuado del conocimiento de lo real se afirma como tal en una gama infinita de autores y pensadores, no contra el logos o la razón, sino como humanizador y orientador de las potencias cognitivas del hombre. Respecto a las relaciones interpersonales, Ortega y Gasset, decía que el amor revela aspectos nuevos e inéditos en lo amado y crea también ligámenes siempre más vastos, profundos y universales. "Hay en el amor - escribe el filósofo español - una ampliación de la individualidad que absorbe otras cosas dentro de éstas, que las funde con nosotros. Tal ligamen y compenetración nos hace internarnos profundamente en las propiedades de lo amado. Lo vemos entero, se nos revela en todo su valor. Entonces advertimos que lo amado es, a su vez, parte de otra cosa, que necesita de ella, que está ligado a ella. Imprescindible para lo amado, se hace también imprescindible para nosotros. De este modo va el amor ligando cosa a cosa y todo a nosotros en firme estructura esencial" (Meditaciones del Quijote). Esta estructura esencial, según Blondel, se extiende al infinito pues "el amor va más allá de la persona , más allá de la especie, va al infinito" (La acción, p. 358).

3.2) Toda una gama de pensadores - y de diferentes corrientes o movimientos filosóficos - coinciden en considear el amor como un órgano adecuado del conocimiento de lo real. Sobre todo en las relaciones interpersonales, como vimos. Recordamos también en esta línea el francés G. Marcel. "La realidad del ser amado - dice Marcel - es esencial en el amor. En este sentido, quizá sea verdad decir que sólo el amor es un conocimiento real, y tal vez sea legítimo aproximar el amor al conocimiento adecuado, es decir, que para el amor y sólo para él, la individualidad del amado no se dispersa, no se desmenuza en no sé qué polvo de elementos abstractos" (Diario metafísico, pp. 69-71). Dicho con las palabras de Mounier; "el amor se dirige al sujeto por encima de su naturaleza", o sea afecto a lo que está más allá de su esencia.

3.3) La psiquiatría. El amor como vía apropiada para el conocimiento de lo real puede ser tal pues el amor no es un sentimiento transeúnte, superficial. Más bien se trata de una realidad estructural. No es una mera moción de la psique sino una dimensión constitutiva, ontológica (es decir pertenece al ser). En esta línea se pone el pensamiento del gran psiquiatra suizo Ludwig Binswanger. "Quien trate el amor bajo el epígrafe del sentimiento o del afecto no sabe lo que el amor es; el amor es tanto idea como sentimiento y voluntad". Es importante tener presentes sus palabras para evitar caer en apresuradas fórmulas iluministas, pues aquí se trata de la cuestión antropogenética. Es decir, el amor, según el famoso psiquiatra, es el fundamento del paso del antropoide al hombre. Respecto al tema se expresaba diciendo: "Poder entrar en relación con un mundo real, dado objetivamente, significa poder ser hombre, posibilidad que se engrenda y se afianza por virtud del amor. El amor es la condición que hace posible el conocimiento objetivo. La vida psíquica del hombre trasciende lo biológico por virtud de la fuerza del amor". No interesa ahora la cuestión de la evolución, pero sí es importante recordar, respecto a las mediaciones cognitivas, lo que se dice, desde ámbitos fundamentales del saber humano, como es, en este caso, la psiquiatría. Nuestra pretensión es subrayar, con las palabras de un reconocido representante de esa disciplina, la relevancia que adquiere el amor como órgano adecuado o apropiado para el encuentro con lo real. Además de señalarlo como una dimensión fundamental y constitutiva de lo humano en el proceso antropogenético.

3.4) Lo dicho significa que todo el hombres es afectidad como modo de ser, y no su psique, como dice el médico y antropólogo españo Pedro Laín Entralgo, discípulo, en este asunto, del psiquiatra apenas mencionado. "El amor, subraya Entalgo, pertence a la constitución metafísica de la existencia humana". Se puede afirmar, desde estas perspectivas que el amor, antes de ser una virtud es una estructura del ser. Es una virtud en cuanto implica o comporta fidelidad a la estructura que nosotros somos. Esto significa que el ser humano no es sólo tensión intelectiva o volitiva, sino, y sobre todo, tensión amorosa o, como se acostumbra a decir hoy, dando importancia fundamental al don, tensión "agapica" (del griego "agápe=tensión oblativa, donación sin medida). Por lo tanto, la definición clásica de "animal racional" es hoy insuficiente. El hombre es, ante todo, "animal amante". El amor no desvaloriza el intelecto, al contrario, lo asume, lo incorpora en su dinámica generosa y lo lleva hacia su mejor humanización. Esto significa que el Amor se manifiesta como una dimensión trascendental, es decir que está presente en todas y en cada una de las dimensiones constitutivas del hombre. En efecto, estas dimensiones son especificaciones del amor, entendido como "atracción hacia un polo magnético". Si el intelecto es atraído por la verdad y la voluntad por el bien, ambos tienen como motor el amor que es la fuerza propulsiva que "lleva hacia"

Conclusión.

A) "Conocer en profundidad para amar intensamente" es la premisa de toda supremacía del Cogito o Razón. Hoy se ha revelada como insuficiente. No equivocada, pero sí pobre para definir el hombre y orientarlo en el misterio de la realidad. Un adagio de espíritu agustiniano y pascaliano, que fue asumido por el franciscanismo y por tantos pensadores de los cuales nosotros hemos citado unos pocos (hay que recordar el aporte de Max. Scheler, por ejemplo), dice: "Amar en profundidad para conocer vitalmente". En el primer caso el amor pende del conocer. Esto significa que si no se conoce no se ama. Lo que significa que, en el caso que se trate de una persona, esta queda rebajada a la categoria de "objeto de estudio", de análisis. Dicho en otros términos, primero te analizo, de desmenuzo y desarmo en tantas partes posibles de conocer, y luego que te he echado tal mirada médica y fría, te acepto o no. En el segundo caso el conocer depende del amor. Y esto significa que el otro no es un objeto de estudio, no es un teorema que hay que resolver, sino sobre todo un misterio inagotable con el cual compartir la vida.

B) Hay en todo esto una tentación que se debe evitar. No contraponer el conocer al amor como si fueran dos vías paralelas o antagónicas. Eso indicaría una visión dicotómica de la antropología. No se trata de mutua exclusión. En este campo hay que evitar drásticas contraposiciones par salir de una lógica que desde los griegos hasta ahora, nos ha mantenido prisioneros de la lógica posesiva, identificada con la Razón despótica o iluminista que desconoce o desvaloriza todo lo que no puede disciplinar.

C) Se trata, en cambio, de lograr una visión complexiva o integral del misterio del hombre que respete su potencial cognitivo. En realidad, evitando toda contraposición habría que decir: conocemos amando y amamos conociendo.

D) Juzgará oportuno el lector si el tema merece mayor profundización. La intención era inquietar, sugerir, invitar a pensar: ¿Cogito ergo sum o Amo ergo sum? ¿Primado de la Bondad o primado de la Verdad? No una (bondad) sin la otra o contra la otra (verdad). Tampoco una al lado de la otra, sino una "en" la otra, recordando que quien no ama no conoce, permanece en la superficialidad de las cosas, atento sólamente a lo que de ellas puede obtener para producir y negociar. Es decir, continúa en la línea de una racionalidad despótica que considera el mundo y los otros como un objeto, una herramienta o un utensilio, que tiene derecho a usar, exprimir y luego abandonar.















No hay comentarios: