miércoles, 23 de septiembre de 2009

Respuesta del jefe indiano Seatle al jefe blanco de Washington


En 1854 el gobierno de los Estados Unidos propone la compra de una extensa porción del territorio indiano, prometiendo, en cambio, el espacio llamado "reserva". La respuesta del jefe indiano es, desde una particular visión sacra del hombre y del cosmos y de sus vínculos indisolubles, uno de los testimonios más bellos y conmovedores del ligamen del hombre con la Naturaleza, "madre" amorosa, nutriente y protectora. Son vínculos estrechos que el hombre blanco, conquistador y arrogante, patológicamente configurado por la lógica del tener y dominar en función de producir y consumir, desconoce totalmente.

Publicamos a continuación el texto de la carta-respuesta que el jefe indiano Seatle mandó al presidente americano de aquel tiempo.


1) ¿Cómo se puede comprar y vender el firmamento o el calor de la tierra? Nosotros no conocemos esa idea. ¿Si nosotros no somos dueños de la frescura del aire ni de la pureza de las aguas, Ustedes, cómo pueden comprarlos? Cada pedazo de esta tierra es sacro para mi pueblo; cada grano de arena de la playa, cada gota de rocío de los bosques y hasta el zumbido de cada insecto es sacro para la memoria y el pasado de mi pueblo. La savia que circula en las venas de los árboles lleva consigo la memoria de los Pieles Rojas. Los muertos del hombre blanco, cuando inician su camino entre las estrellas, olvidan su país de procedencia; al contrario, nuestros muertos no pueden jamás olvidar esta tierra buena que es la madre de los Pieles Rojas. Nosotros somos parte de la tierra y, al mismo tiempo, la tierra es parte de nosotros.


2) Las flores perfumadas son nuestras hermanas; los animales del bosque, el caballo, el águila majestuosa. Todos son nuestros hermanos. Las montañas rocosas, los húmedos prados, el cálido cuerpo del caballo y el hombre hacen parte de la misma familia. Por eso cuando el gran jefe de Washington, en su mensaje, nos hace saber de su intención de adquirir nuestras tierras, nos está, verdaderamente, pidiendo demasiado.


Pero el gran jefe blanco dice que nos dejará un lugar donde poder vivir cómodamente entre nosotros. Él será nuestro padre y nosotros sus hijos. Es por esto que tomamos en consideración su oferta de querer comprar nuestras tierras. No es fácil en cuanto esta tierra es sacra para nosotros. El agua que corre en los ríos y en los torrentes no es sólo agua, representa la sangre de nuestros ancestros.


3) Si vendemos estas tierras, Ustedes deberán recordar que son sacras y, al mismo tiempo, deberán enseñarlo a vuestros hijos. Deberán también enseñarles que cada fantástico reflejo en las límpidas aguas de los lagos narra la historia y la memoria de la existencia de nuestra gente. El murmullo del agua es la voz de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos y aplacan nuestra sed, llevan nuestras canoas y nutren a nuestros hijos. Si vendemos estas tierras, Ustedes no deberán olvidar que tienen el deber de recordarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos. Deberán tratarlos con la misma dulzura con la cual se trata a un hermano.


4) Sabemos bien que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vivir. El hombre blanco no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro porque es un extraño que llega de lejanas noches y toma de la tierra todo aquello que necesita. La tierra no es, para él, hermana sino enemiga y, una vez conquistada, él prosigue su camino, dejándose a la espalda la tumba de sus padres. Y de todo esto no le importa nada.


5) El hombre blanco secuestra la tierra de sus hijos. Y tampoco esto le interesa. Olvida tanto la tumba de sus padres como la herencia de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, a la medida de las cosas que se compran, se expolian y se venden como ovejas. Su hambre devorará la tierra y dejará atrás de sí sólo desierto.


No sé, pero nuestro modo de vivir es diverso del modo de vida de Ustedes. Solamente ver sus ciudades lastima a los Pieles Rojas. Quizás sea porque el Piel Roja es un salvaje y no entiende. En las ciudades del hombre blanco no existe un individuo tranquilo ni un lugar donde sea posible escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en la primavera o cómo vuelan los insectos. Pero también esto quizás se debe al hecho que soy un salvaje que no entiende nada.


6) El rumor parece un insulto a nuestros oídos. ¿Y en el fondo, a qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el solitario grito del búho, ni los diálogos nocturnos de las ranas en las riberas del pantano? Soy un Piel Roja y no entiendo nada. Nosotros preferimos el ligero susurro del viento sobre la superficie del pantano y el olor del viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la esencia del pino.


El aire, para el Piel Roja, tiene un valor inestimable porque todos los seres vivientes participan del mismo aire. El animal, el hombre, el árbol, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco, en cambio, no parece ser consciente del aire que respira. Semejante a un moribundo durante una agonía prolongada, él es insensible a la hedionda.


7) Pero si vendemos nuestras tierras, Ustedes deberán conservarlas como algo diverso y sacro, como un lugar donde también el hombre blanco tenga la posibilidad de saborear el viento perfumado entre las flores del campo. Y si vendemos nuestras tierras, Ustedes deberán recordar que el aire es para nosotros inestimable. El viento que ha dado el primer respiro de la vida a nuestros antepasados recibe también los últimos suspiros. Es por eso que tomamos en consideración la oferta que nos hacen de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré las condiciones: el hombre blanco deberá tratar los animales de esta tierra como si fuesen sus hermanos. Soy un salvaje y no entiendo otro modo de vivir.


8) He visto miles de búfalos sacrificados en las praderas, muertos por las balas del hombre blanco, disparadas desde un tren en movimiento. Soy un salvaje y no entiendo cómo una máquina humeante pueda interesar más que el búfalo que nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué fin haría el hombre blanco sin los animales? Si fuesen exterminados todos, también el hombre blanco moriría de soledad espiritual. Lo que sucede a los animales sucederá también al hombre blanco. Todo está relacionado, vinculado.


9) Ustedes deberán enseñar a sus hijos que la tierra que pisan es la ceniza de nuestros padres. Ustedes tienen que transmitir a sus hijos, como lo hemos hecho nosotros con los nuestros, por generaciones y generaciones, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le sucede a la Tierra, les sucederá a los hijos de la Tierra. Si los hombres escupen sobre ella, escupen sobre sí mismos. Esto es lo que nosotros sabemos: la tierra no pertenece al hombre, es el hombre quien pertenece a la tierra. todo lo que sabemos es esto. Todo está relacionado, como la sangre une la familia.


10) No obstante todo, quizás somos hermanos. Lo veremos. Sabemos una cosa que también el hombre blanco un día descubrirá: nuestro Dios es el mismo Dios. En este momento Ustedes pueden creer que Dios es una propiedad o algo que les pertenece, del mismo modo con el cual Ustedes creen que les pertenecen nuestras tierras. Pero no es así. Él es un Dios de los hombres y su compasión se distribuye en igual medida entre el Piel Roja y el hombre blanco.


Esta tierra tiene para Él un valor incalculable. Si fuera dañada se provocaría la ira del Creador. También los hombres blancos morirían, quizás ante que otras tribus. Si contaminan el lecho, una noche cualquiera morirán asfixiados entre sus propias basuras.


11) Pero Ustedes caminan hacia la propia destrucción circundados de gloria, inspirados con la fuerza del Dios que los ha guiado a estas tierras y que, a causa de algún destino especial, ha donado a Ustedes el dominio, como también el dominio sobre los Pieles Rojas. Este destino es para nosotros un misterio en cuanto no comprendemos por qué son exterminados los búfalos, por qué se doman los caballos salvajes, por qué son saturados los ángulos más escondidos y secretos del bosque con la respiración de tantos hombres y se cubre el paisaje de las prósperas colinas con hilos parlantes.


12) ¿Dónde está la planicie? Destruida! ¿Dónde está el águila? Desparecida! Termina la vida, comienza la sobrevivencia.


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