jueves, 22 de octubre de 2009

Identidad dinámica

1) El pensador hebreo Martín Buber nació en la ciudad de Viena y se trasladó a la ciudad de Jerusalém en 1938. Murió en tal ciudad en 1965. Conocido, sobre todo, por haber divulgado las leyendas y las narraciones de la espiritualidad judía de la corriente hasidica (corriente mística de una parte de Europa oriental) fue, además, un pensador vigoroso que concentró su atención tanto en la dimensión dialógica entendida como constitutiva del hombre cuanto en el hombre como totalidad indivisible.


2) Atento a la antropología propuesta por un despiadado liberalismo y también a la antropología cerrada y mortificante que proponía la visión marxista, Buber fue el pionero de una visión integral del hombre que supo ver los límites tanto de una como de la otra. Si el individualismo comprende solamente una parte del hombre, desconociendo otras dimensiones fundamentales y constitutivas, el colectivismo o totalitarismo comprende el hombre como una parte, un momento insignificante de la totalidad. Lo despoja de su creatividad, de su libertad, y lo condena a estar subordinado al Todo.


2.1) Si tal antropología cancela la libertad, la antropología promovida por el liberalismo a ultranza nos ha llevado a un individualismo despiadado y a una concepción de la libertad de tipo anárquico, caprichoso, que no reconoce algún límite pues es desenfrenada y ciega para todo aquello que no entre en sintonía con sus intereses. Para este sistema, lo único que cuenta es el mercado, en el cual el más hábil o mejor dotado, olvidando que de suyo el hombre es una naturaleza abierta al otro y que no se realiza más que en una dinámica relacional y reciprocante, aplasta o prevalece sin piedad sobre los otros.


3) Dos extremos, - individualismo y colectivismo - que reducen o empobrecen en modo radical el rostro humano, es decir, el "hombre entero", el hombre pleno que es sí una individualidad pero que sólo puede ser tal en una dinámica comunitaria. El hombre, dicho en otras palabras es "pertenencia" pero también "referencia", es un yo que puede ser tal en el espacio de un "nosotros" dialogal, ejercitando la projimidad con la máxima generosidad. De lo contrario, como testimonia la historia, será sólo un fragmento, un ser abortado, una figura fracturada.


3.1) Buber ha insistido mucho en el tema de la superación de los extremismos porque el hombre es, contemporáneamente, una identidad precisa pero también es miembro de la humanidad. Y si es una realidad en la cual la libertad es una dimensión fundamental, es, también, un ser que no puede prescindir de la dinámica agónica de "amar y ser amado".


3.2) El hombre es una célula autónoma pero no autosuficiente porque forma parte, sin por esto estar subordinado - de ahí la tensión siempre dramática entre institución y libertad - al todo o al cuerpo u organismo del cual, apunto, es parte. Dicho en otra manera: el hombre se realiza como tal en el encuentro comunitario, espacio en el cual el yo no pierde su individualidad, sino más bien la reconquista y refuerza, en una dinámica que mantiene siempre la diferencia con el otro sin por esto caer en la indiferencia. Esta tensión no sólo evita fagocitar el otro en el yo, sino que, a su vez, impide que ambos desaparezcan en un "nosotros indistinto", homogéneo, es decir, totalitario.


4) Este hombre, en el cual interioridad y exterioridad no pueden dividirse netamente, en el cual su mismidad y la alteridad, son dos caras de una misma medalla, debe ser edificado en cada uno de nosotros con sabiduría, con una racionalidad que no se identifica con la ciencia. Pero sobre todo, tal hombre debe ser reconocido en cada otro que encontramos en nuestro camino.


Dice un adagio inmemorial: Si quieres llegar pronto y ser el primero, entonces corre solo, y deja de lado a los otros. Pero si quieres llegar "lejos" y disfrutar la vida, entonces "camina" junto a los otros. En la travesía los descubrirás como prójimos y, seguramente, como rostros fraternos.

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