jueves, 3 de diciembre de 2009

Nietzsche y su antropología





Introducción. El Blog nuestro está dando amplio espacio al pensamiento de Nietzsche, el filósofo alemán que ya al final del 1800 diagnosticó con su aguda mirada el cuadro socio-cultural en el cual vive hoy todo el Occidente. Me refiero, sobre todo, al tema del nihilismo, como la supremacía del absurdo, del sin sentido, de la nulidad de la vida que no tiene más por qué ni para qué que la justifique y la haga inteligible, racional. Con esta breve intervención creo aportar algunos elementos significativos que enriquecen las reflexiones sobre tan discutido y relevante pensador del cual no se puede prescindir a la hora de decir algo intelectualmente honesto acerca del hombre occidental.


1) Las tres metamorfósis. Según Nietzsche, el hombre, expresión volcánica de la vida o de la Voluntad de potencia que no es otra cosa que un interminable e inagotable movimiento de autosuperación y destrucción, recorre tres etapas o momentos fundamentales. Cada una de estas etapas, o mejor "metamorfosis", como él dice en su famosa obra "Así habló Zarathustra", marca o dibuja un rostro que no llega a su máxima expresión sino en aquella que es la etapa que Nietzsche caracteriza con la figura del niño. Me explico.


A) El Camello. La primera etapa está representada por la figura del camello. Es la etapa que se llama también la etapa del "tú debes". El camello es el animal que se arrodilla, que se somete a todas las cargas, que camina por horas sin beber ni comer, que atraviesa desiertos en silencio. Es esa la imagen del hombre que agacha la cabeza y carga con los fardellos de la ley, de la norma, de las imposiciones de una sociedad que lo aplasta con sus tradiciones y moralismo. Es el hombre del deber (tú debes hacer esto; tú debes ser esto; etc.).

B) El León. Pero el camello en un momento se transforma (metamorfosis=pasar de una forma a otra), se quita las cadenas, busca como un león la libertad. Aparece ahora la figura del león, imagen de una libertad indómita, que no conoce lazos ni cadenas, que rechaza todas las jaulas. Se expresa con el término: "Yo quiero". Un querer o voluntad que rechaza todo límite, toda convención, toda norma. El león tiene el coraje de oponerse al deber, a las leyes o imposiciones de la sociedad. Es el hombre fuerte.

2.1) Sucede que ni siquiera la conducta del león realiza el ideal humano. Es un ideal de libertad, no hay duda, como demuestra la historia del Occidente, o sea, una lucha por la emancipación. Pero tal emancipación ha estado unida a la violencia, a la prepotencia, a la injusticia. Para Nietzsche la libertad tiene ir unida a la inocencia, a la sinceridad, al amor. Se trata de vivir sin rencores, sin envidias, sin celos.

C) El Niño. Aparece ahora la última imagen o metamorfosis. Es la imagen del niño. "Porque el niño - dice Nietzsche - es la inocencia, el olvido, es un recomenzar, un juego, una rueda que gira por sí misma; es un primer movimiento, una afirmación". La expresión que mejor se adecua a esta imagen es: "Yo soy".


El niño juega, construye y destruye sin animosidad, en total libertad, sin subordinarse a normas preestablecidas pues las pone él mismo, sin tener en cuenta el "mundo del más allá", el mundo "metafísico" que promovieron y predicaron los filósofos, inventando valores que en el fondo no son que antivalores que niegan la vida y la su fecundidad sin límites.

Se trata de la última figura que Nietzsche pone en boca de su profeta Zarathustra, parodia del Cristo, antítesis de Jesús el Nazareno, por el cual Nietzsche nutría simpatía y respeto. La tercera figura es el hombre inocente, el hombre que recupera su inocencia perdida o robada por las filosofías de estilo metafísico. Es el "niño" que ama la vida no sólo en sus expresiones de belleza, de armonía o de placer, sino también en sus momentos más terribles y espantosos. Es el hombre que sabe ver en la destrucción, en la disgregación, en la maldad o en la locura una especie de sobreabundancia que la Vida misma impone y hay que aceptar. Su fórmula es: "amor fatti", es decir, amor al destino. El destino sea cruel o placentero hace del desierto un valle fértil. También la muerte es un manifestarse de la fuerza inarrestable de la Voluntad de potencia que, como un río caudaloso, todo arrastra, fecunda.

Conclusiòn. Las tres etapas o metamorfosis nos ilustran la concepción antropológica de Nietzsche que no es tan negativa o depravada como tantos han pensado, sobre todo porque han asociado Nietzsche con el nazismo. Esta última asociación hace ya mucho tiempo que los estudiosos europeos han abandonado. En el famoso Superhombre de Nietzsche no se ve hoy una especie de Rambo o Superman, hecho de músculos y violencia. No es la bestia blanca de la cual hablaba el nazismo.

Se trata, en cambio, de un hombre que supera sí mismo. Autotrasciende. El super-hombre quiere decir, un "más allá" del hombre que la tradición ha heredado, que la historia nos ha impuesto. El hombre es un puente entre dos orillas, una realidad que cada uno de nosotros está llamado a superar cotidianamente. Sólo los espíritus libres podrán hacerlo.

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