viernes, 16 de abril de 2010

La diarrea del exceso


Pocas líneas para reflexionar, no sin cierta ironía, descontento y perplejidad, acerca de la pérdida social y planetaria del sentido de la medida. Vivimos en una realidad en la cual todo fermenta en modo gigantesco y en la cual todo viene extremizado. Es una realidad en la cual ni siquiera entre los opuestos hay alguna posibilidad de síntesis - como, al contrario, pensaba Hegel y los secuaces de la dialéctica .

Crece el "demasiado" y también su contrario. Crecen o aumentan por un lado los obesos (los gordos) y, por otro lado, los famélicos; crecen los ricos y por otro lado los pobres, crece el lujo desenfrenado y, por otro lado, las miserias más humillantes; crecen los consumos y las basuras; crece la posibilidad de estar permanentemente conectado en la red, en Internet, y, por otro lado, la soledad hace estragos en todos los niveles de la población; crecen los medios de comunicación y crece, por otro lado la inconsistencia y banalidad de las relaciones. Es un dato real que crecen las fuentes de información, pero por otro lado crece también la indiferencia y la sospecha di ideologización.

Los grandes "números" se adueñan de nuestras vidas; no hay record que no pueda ser superado. En pocas palabras, non hay velocidad que nos satisfaga, no hay aceleración que, paradojalmente, no nos haga percibir lentos como las tortugas. Que se trate de una moda, de un conflicto armado, o de una verdadera emergencia, todo viene extremizado, "inflado", para desaparecer despues, a los pocos segundos, sin dejar rastros en nuestras vidas.

Es, en definitiva, el diabólico juego del exceso que no nos satisface para nada pero que no se puede frenar. El exceso parece ser, por naturaleza, devorador, insaciable, y, como la velocidad, se presenta como una especie de droga que gana siempre más espacio y terminar por hacer saltar las neuronas (a quien todavía las tiene).

Desparecieron ya las categorías de espacio y de tiempo. Estamos en la lógica no solamente del "usa y tira", sino en la del "lo pienso y lo hago". Es el delirio de omnipresencia. Con los celulares y las computadoras estamos en todos los lugares y en ninguno. El paso hacia la omnipotencia es breve:" lo digo y es real". Quien está atento a los delirantes discursos de los políticos, encuentra tales lógica en cada frase.

Todo tiene que ser alcanzado "aquí y ahora", nada puede esperar, ni siquiera un dolor de cabeza, ni cinco mimutos de cola, porque la fila se transforma en infierno. Se trata de encontrar una lógica relacional y convivial que permita generar espacios más humanos y menos cuantificados. Pero para encontrar tal lógica se requiere "mucho" tiempo y lo curioso que ya ninguno tiene tiempo para eso porqué está atrapado en la jaula de los grandes números y fascinado o idiotizado por el exceso.

Sin ser por esto pesismistas, parece que el mundo, tanto al Norte cuanto al Sur, se está transformando en una montaña de excesos. Montaña de consumos y, por otra parte, de residuos o excrementos, y cada uno de nosotros, sobre todo en los países del "primer mundo", se está transformando en un inodoro en el cual se descarga todo y el contrario de todo.

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