jueves, 15 de julio de 2010

Placer de los dioses??

Una amiga mía, maestra, me escribió unas líneas. Me decía que están próximas las vacaciones de invierno y cuando llegaran, el suspenderse de las clases le permitiría no levantarse temprano y "leer en la cama, que es el placer de los dioses". Yo, que hace más de 30 años estudio la mitología griega y enseño filosofía, me quedé sorprendido. Después de unas horas de reflexión, respondí a sus líneas diciendo más o menos esto:

Querida amiga, tengo la leve sospecha que los dioses, del tema libros ¡no saben un carajo! Zeus, el mafioso jefe de las divinidades griegas, estaba todo el día tramando insidias en el Olimpo (que es el burdel o el cabaret en el cual viven, sin sentir el más mínimo interés o preocupación por los hombres, los dioses griegos).

No sólo estaba ocupado día y noche en las intrigas de poder sino que, casi siempre, tenía que escapar de la loca de su mujer, la diosa Era, que como estaba reprodida de ser cornuda y le agarraban ataques de celos insoportables, aprovechaba toda ocasión para armar kilombos infernales después de los cuales quedaba exausta y no tenía fuerzas ni para agarrar el diario y hacer las palabras cruzadas. Dicho en otra forma: ni Zeus no la piantada de su mujer se dedicaban a la lectura.

Glauco, el dios del mar, se sumergía por horas y horas en las profundidades de las aguas del Océano y cuando emergía, dado que las cosas que se le adherían a la piel eran infinitas cambiándole totalmente la forma precedente, no lo reconocía ni siquiera el padre, que era Poseidón. Este dios no agarró nunca un libro porque pasó toda su vida rompiendole las bolas - disculpen la terminología pero no hay otra - a Ulises porque el griego Ulises le había arrancado el único ojo a Polifemo, que era bastante antipático, sucio y tenía la no muy civilizada costumbre de comerse los seres humanos.

Pues bien, este antipático tuerto antropófago - que no tenía ni la menor idea de la escuela, del alfabeto y de la lectura - era hijo de Poseidón que, como tenía bajo su control todos los Océanos, no tenía nunca la oportunidad para poner un pie en tierra y visitar la Biblioteca Nacional o algún café-literario en el cual descansar, secarse un poco y dedicarse a leer.

Agrego también que Ulises (no era un dios pero algunos creen que tenía poderes especiales) tampoco agarró una lapicera ni un cuaderno en su aventurera vida porque no hizo otra cosa que afanar todo lo que encontraba en su camino. En esta empedernida tarea que llevaba a cabo con pasión y esmero realmente envidiables (digna de un político actual) Ulises se apoyaba o buscaba la protección, para no tener problemas con la justicia y, además, alimentar su astucia, de la diosa Atenea.

Esta diosa que continuamente tenía que serenar a Zeus que no veía con buonos ojos todas las fechorías que cometía Ulises, era la diosa de la Razón, de la sabiduría. Y si es verdad que sí, era muy sabia, parece que, no obstante tanta sabiduría, nunca frecuentó una biblioteca, no fue al jardín de infantes y, por lo tanto, no leyó ni siquiera el nuestro viejo y glorioso Billiken o las aventuras de Paturuzú e Isodoro Cañones.

No me meto con Afrodita, la diosa de la belleza, porque esta revirada no hacía otra cosa que entrar y salir de la sala de operaciones haciendose dos o tres veces por día la cirugía estética, para fijar o atornillar con puntos de acero tanto las tetas que se le caían hasta las rodillas cuanto las arrugas que eran más o menos como las que tienen la Legrand, la Leblanc, la Zorrilla y la Gimenez pero ¡pero todas juntas!

No hablemos ni de Moira, ni de Ananke ni de Dikè, las diosas del destino, que rompían de un modo infernal testiculos y neuronas morales tanto a los hombres como a los dioses con la petición, o, mejor dicho, con la exigencia de la "justa medida". Sobrepasarse, ir más allá de lo permitido, signficaba caer en las garras de estas diosas que, por tener que prestar atención a las acciones morales de los hombres tanto de día como de noche, en la asquerosa vida que tuvieron (eran una especie de CIA o KGB) no pudieron ojear ni siquiera la guía telefónica.

En fin, no queda más que Hermes, el mensajero de los dioses. Llevaba y traía chismes de un lado para el otro, es decir trasmitía a los hombres (como a él le parecía) lo que los dioses decían y a éstos les trasmitía las palabras de los hombres. Dicho en otra forma: hacía de cartero o, según otra perspectiva, de chusma. El trabajo era agotador dado que los chismes aumentaban continuamente y en este ir y venir Hermes terminaba sus jornadas realmente exausto física y psicológicamente por lo cual en las horas libres visitaba su psicoanalísta y, a decir verdad, se apoliyaba en el diván sin tener idea de lo que significaba la palabra "libro".

En fin, eso de estar en la cama leyendo como un "placer de los dioses", según la mitología clásica no tiene goyete. Terminé mi ilustrada y documentada respuesta a mi amiga poniéndo énfasis en las últimas palabras de mi carta: "Si querés quedarte en la catrera leyendo el horóscopo semanal no busques excusas en los "dioses" porque, al menos los dioses de la mitología griega no tienen ni "un cacho de cultura".

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