jueves, 8 de julio de 2010

Filosofía del foot-ball




Posiblemente la gilada (o la "negrada" - como se dicía hace tiempo allá en Flores, Barraca, la Boca y san Telmo) no lo sabe pero en el mundial del 78 uno de los más ilustres y famosos filósofos europeos, el alemán Bernhard Welte (1903+ 1983) fue invitado a tener dos o otres charlas en Argentina, acerca de la "filosofía del foot-ball".

Después, en el mundial del 82, en España (campeón Italia) Welte (que en realidad era uno de los más grandes estudiosos de la religión desde el punto di vista de la filosofia - "filosofía de la religión" ) tuvo otras charlas referentes al tema. La tesis che il filósofo alemán sostenía, teniendo en cuenta el éxito planetario y la pasión que este deporte despierta en todos - chicos-jóvenes y ancianos - es sorprendente pues está relacionada con el tema del "paraíso" y el "más allá".

La tesis - en pocas palabras - sería ésta: el suceso o éxito del foot-ball está ligado a la capacidad de este deporte de imaginar y de realizar en concreto una imagen del mundo utópico-celestial. Un mundo de reglas ciertas, claras, transparentes, compartidas por todos, un juez imparcial, capaz de juzgar sin dejarse llevar por simpatías ni ideologías, un grupo que se articula con armonia, en plena comunión afectiva y de intereses porque se relaciona en modo tal que el "bien común" se logre o se alcanze sin dejar de lado ninguno de los participantes del equipo.

Es la imagen del paraíso porque los "enemigos" no son demonizados o estigmatizados sino transformados en "adversarios" con los cuales disputar lealmente la lucha. Los adversarios no sólo no son demonizados, es decir transformados en "diablos" sino que lejos de personificar el mal (como en la política o en la guerra - George Bush Jr - el bastardo y borracho presidente de los Estados Unidos - calificó el comunismo como "el imperio del mal") que hay que eliminar, representan o son la alteridad con la cual hay que relacionarse, entrar en relación necesaria para que el juego se pueda realizar.

Se trata, de una imagen del paraíso, de una visión escatológica del deporte. Es una tesis muy sugestiva y original. Pero no es la única que circula desde el punto de vista filosófico. Una lectura pedagógica ve el foot-ball come una simulación de la sociedad a la cual los jóvenes tienen que incorporarse con los menos riesgos posibles. Es así que el foot-ball enseñaría las reglas de la lealtad, de la armonia grupal, de la distribución de funciones sin que por esto sean rígidas o inamovibles; enseñaría la generosidad en la entrega, enseñaría el cálculo, enseñaría a correr riesgos sin por eso poner en peligro mortal el grupo y también a usar de cuando en cuando la astucia que, transgrediendo las reglas aceptadas, está permitida pagando una módica multa. El foot-ball enseñaría a moverse en sociedad, tanto en el grupo de amigos como en el grupo de los adversarios.

Otra línea interpretativa lo conecta con el desahogo emotivo a través del cual la sociedad civil canaliza instintos primarios, salvajes, instintos que llevamos dentro desde hace siglos. El foot-ball ocuparía el puesto del instinto de caza, individual o de grupo (buen tiro, dar en el blanco...) o sea, los instintos relacionados con la guerra. No es difícil establecer tal relación si tenemos en cuenta que en la antiguedad, en los coliseos se combatia cuerpo a cuerpo (gladiadores) o contra animales salvajes (leones, tigres...). El blanco hacia el cual apuntaba la flecha y el duelo físico habrían sido sustituídos por el proyectil inofensivo que llamamos "pelota" y por el famoso "dribbling" o "gambeta".

Diversa pero muy interesante es la interpetación que hace el escritor Wystán Hugh Auden. Según este autor, el hombre se sentiría atrapado o enjaulado por la red determinista que frena la libertad y mortifica las necesidades o exigencias creativas. El hombre, enajulado, se encontraría en una especie de encrucijada: o transgredir en forma sistemática tales reglas de la sociedad deterministica y caer así en una lógica anárquica y criminal y criminalizante o crearse reglas desligadas de toda actividad práctica que no tengan en vista otra cosa que no sea la gratificación en sí mismas y que el juego, como toda actividad lúdica, reserva o concede a sus adeptos.

En el fondo, no están equivocados ciertos pensadores cuando sostienen - y con buenas razones - que hay una "filosofía del foot-ball" - que, aclaro, - y con toda la admiración y agradecimiento que siento por tantos directores técnicos - non se identifica con la dearrea mental que circula por la cabeza de la mayoría de todos ellos a la hora de hacer cambios o tomar decisiones acerca de la estrategía que hay que adoptar para no comerse "cuatro pepinos" como, por ejemplo, los que se comió la Argentina. - Y que - agrego - le dejarán en el "upite" una emorroide infinita - para toda la vida.

En realidad, se podría leer el foot-ball como una nueva religión: La cancha es el templo; los jugadores los nuevos dioses; los hinchas los nuevos miembros o creyentes. La FIFA como el Olimpo o sede de los Dioses mayores, es decir aquellos Dioses que controlan los dioses menores. Una especie de Inquisición que libera o condena. El árbitro y los guardalíneas como una delegación o representación del Tribunal supremo, es decir, del Olimpo. Y los periodistas y papagallos radiales y televisivos pueden ser vistos como los hermenéutas o los intérpretes sacros (por no decir "adivinos") de lo que sucede en la psiquis de todos los participantes. Oráculos a priori y destripadores a posteriori.

¿Y la guita?? Ese es otro discurso. Tal vez en el próximo artículo nos ocuparemos del tema.

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