martes, 4 de mayo de 2010

Los rostros



¿Quiénes somos? ¿Qué somos? ¿Una totalidad que aún no ha concluído su ciclo? ¿O, en cambio, un simple fragmento desdibujado, sin contornos definidos que permanecerá eternamente sin realizarse?

¿Somos máscaras que no tienen otro interés que ocultar el verdero rostro? ¿O, pensando más radicalmente, del rostro no queda ya nada y en su lugar nos identificamos con un antifaz de ocasión? Quizás todo no sea más que una ilusión creada por el antiguo dicho que los griegos habían estampado en la entrada del templo de Delfos, en Grecia: "conócete a ti mismo".

El "yo" es una quimera que la postmodernidad, como en modo estupendo ilustra el cuadro de R. Magritte, ha volatilizado sin dejar ni siquiera la huella de la nostalgia de un encuentro autentico con nosotros mismos.

Y, sin embargo, si no vuelve "el rostro", no quedará en ninguno de nosotros más que la identidad que la dictatura de la publicidad, sutilmente y día a día, nos atornilla en el mate sin piedad ni misericordia. No seremos otra cosa que "idiotas útiles".

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